Avant-propos
El entorno urbano en el que nos desenvolvemos durante todo el año, las estresantes limitaciones de la vida en la ciudad, la carrera constante por objetivos privados y profesionales están lejos de satisfacer todas nuestras expectativas. El vivir ya no puede reducirse a la sola satisfacción de nuestras necesidades materiales. También necesitamos una parte de ideal, de misterio, de aventura, de comodidad intelectual. Nuestro modo de vida en el tercer milenio nos anima cada día a reivindicar los valores esenciales que muchas veces nos faltan.
Anhelamos irresistiblemente cambiar el aire, trastornar el ambiente, modificar el contexto y las preocupaciones.
Si bien nuestra civilización es de consumo tanto material como virtual, no es fácil aprovechar al máximo el ocio y el tiempo libre que tenemos. Por supuesto, cada uno tiene sus propios criterios. Para algunos, la felicidad consiste en levantarse antes del amanecer para correr, teleobjetivo en mano, la selva africana en busca de uno de los “cinco grandes”. Otros estarán encantados de no tener nada más agotador que encontrar un restaurante que hierva a fuego lento un verdadero Coq au Chambertin en la Borgoña o incluso en el campo de Franche-Comté.
Los fabulosos hoteles que hemos elegido aquí ofrecen todo tipo de soluciones ideales para ambos (incluidos aquellos que se encuentran sigilosamente, subrepticiamente, en algún punto intermedio). Todos estos fabulosos hoteles tienen al menos dos puntos en común entre ellos: nada está previsto para albergar a las hordas de turistas y nada en ellos ofende los magníficos paisajes en los que están instalados. Ya se trate de las tierras salvajes de Bali o Provenza, la inmensidad prístina de la selva de Tanzania, el encanto celestial de una isla desierta o la idílica sofisticación de la costa de Amalfi, los fabulosos hoteles que encontrará aquí se empaparán de la belleza del lugar. y muchas veces mejor, lo realzan con el encanto de su arquitectura inspirada, en armonía con el entorno natural y el estilo a veces pintoresco de la región. Por otro lado, la mayoría de estos establecimientos cuentan con una historia que potencia su atractivo.
Todos ellos se distinguen además por la inagotable atención al más mínimo detalle.
Muy a menudo se subestima el poder de la arquitectura sobre nuestras emociones. Un faro erigido en Bretaña realza el espléndido aislamiento del lugar. Un hotel hecho de hielo exalta la fría magnificencia del Ártico. Un monasterio con un claustro gótico trasciende la campiña toscana. No se trata de caer en un debate convencional sobre arquitectura, sino simplemente de tomar conciencia de que, cuando realmente quiere, el hombre tiene el don de magnificar lo que la naturaleza ya ha hecho más hermoso.
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